Este trabajo está hecho para, personalmente, tratar de entender la obra; pero si a alguien le parece interesante y lo lee, me daría mucho gusto y más, conocer su opinión. AGR

 

 

Fausto  (II parte)

Acto 1)

 

Se inicia la narración con el crepúsculo, la llegada de la noche y con ella el despertar de los elfos y otros espíritus nocturnos que medran de noche; un poco antes del amanecer, Ariel los exhorta  así como a otros genios del campo, a ensalzar el nacimiento del sol nuevo.

Fausto se encuentra cansado y reposa dormido sobre la grama fresca y húmeda. Despierta ya de madrugada y admirado de la grandeza de la naturaleza en su despertar, le dedica un elogio emocionado. Percibe el gran estruendo que produce el nacimiento del sol ¿?

Cambia el escenario al palacio imperial y junto al emperador, que se queja con sus ministros del desastroso estado de su país, se presenta Mefistófeles disfrazado del bufón, pues el original ha desaparecido. Hacen los ministros algunas observaciones que todavía son válidas: Se han creado tantos fueros, que ya no tenemos ninguno”, “Hasta un hombre de bien se inclina ante el soborno y un juez incapaz de castigar se une finalmente al delincuente”. Discuten como solucionar el estado caótico del imperio: no hay dinero ni para pagar a los soldados, etc. Y por supuesto Mefistófeles mete su cuchara y crea el dinero de papel.

Alguien ha preparado una mascarada, un Carnaval. El heraldo anuncia a los participantes: muchachas y muchachos ataviados de productos del campo, mujeres del pueblo llano que exponen sus problemas, mineros que desfilan entonando sus cantos. Cuando el heraldo anuncia que van a pasar los poetas, estos se disculpan pues sostienen una conversación de sumo interés con un vampiro que acaba de aparecer¿?; entonces ante la ausencia de esos participantes echa mano de personajes de la mitología griega “que a pesar de sus máscaras modernas, se les ve bien”. La fiesta pasa a varios escenarios y por fin a la sala de los caballeros en la que hace su entrada triunfal entre la muchedumbre, en un carruaje tirado por cuatro caballos Pluto, el dios de la riqueza; la cuadriga va guiada por un auriga joven que representa la poesía. Al ver Pluto (que no es otro que Mefisto*) la pobreza del reino, inventa los billetes que dispensa a la multitud con liberalidad diciendo que están sustentados por toda la riqueza que yace bajo la superficie del reino. Como por arte de magia, el imperio entra en bonanza, todos están contentos, el pueblo, los ministros que han pagado a los soldados y empleados, en fin, todos, aunque se preguntan, incluyendo el emperador “si es dinero de verdad”. (Es una alusión a los asignados que se emitieron durante la revolución francesa soportados por las riquezas del clero, que habían sido incautadas por la Asamblea Nacional) Debido a la avaricia que se apodera de la gente del pueblo, pues los billetes podían ser canjeados por bienes, metales, licores, etc. éstos pugnan por allegarse riquezas, pues hasta joyas se han repartido, estalla pues un tumulto que reprime Pluto (Mefistófeles*) mediante una estratagema: con su vara hace brotar llamas que dispersan a la muchedumbre. El emperador se asusta y es hasta entonces que aparece ¿? Fausto y lo calma y se disculpa. El emperador está emocionado y pide a Fausto la presencia de Paris y Helena (esto se intuye del relato posterior, pues no aparece en esa parte del texto); éste le promete traérselos pero no sabe cómo hacerlo. En un salón tenebroso conferencia con Mefistófeles pidiéndole consejo y Mefisto le reclama diciéndole que no debió comprometerse pues él no tiene poder sobre el mundo mitológico, sin embargo le aconseja invocar a “las madres”; que son unas deidades enigmáticas que habitan en el mundo subterráneo (Aparecen en la vida de Marcelo de Plutarco); para poder llegar a ese submundo le entrega una llavecita mágica y Fausto aconsejado por Mefistófeles, dando una patada en el suelo, se hunde. ¿Volverá?, se pregunta Mefistófeles dudoso. Fausto tiene éxito y trae a Paris, joven apuesto, gentil y guapo. Las damas de la corte que presencian el espectáculo están encantadas por la gallardía del joven y aplauden con entusiasmo. Un poco después aparece Helena deslumbrante de belleza y majestad, los hombres (como los viejos troyanos) quedan deslumbrados y las mujeres, a regañadientes, tienen que admitir que es el paradigma de la belleza femenina.  Fausto está embobado, no se da cuenta que es una ilusión, cree que Helena es real y la endiosa y cuando ve que Paris va a raptarla, se enfurece, no hace caso de las advertencias de Mefistófeles, saca la llavecita mágica y toca a Paris. En ese momento explota todo y Fausto cae desmayado. Mefistófeles, refunfuñando, lo saca llevándolo a cuestas...  

 

Comentarios:

Acto I

No encuentro ilación entre la parte primera, que es una historia convencional (no convencionalmente contada) y que se repite en muchas partes y épocas, del pacto con el diablo o la venta del alma al diablo con la finalidad de obtener algo de manera fácil: Juventud, dinero, amor, poderes sobrenaturales, etc. Y cuyo elevado precio tiene que pagar el humano con su vida o su alma; y la parte II, que parece más un tour de Goethe para describir costumbres, sucesos de su época y de su tierra, (tal el caso de los billetes, pues él presenció la emisión de asignados durante la Revolución Francesa) y también de partes y personajes poco conocidos de la mitología Griega. Un ejemplo claro es la importancia que le da a las “madres”, porque el asunto del rapto de Helena es muy popular y en cambio “las madres” son punto menos que desconocidas. Es interesante o más bien increíble que un espíritu tan cultivado y avanzado como el del autor, se ocupe del Vampirismo, pero quizá no deba sorprendernos tanto, al ver que este asunto es todavía de actualidad y muy tratado en películas y libros.

Durante la lectura me pareció que Pluto no era sino Mefistófeles que intervenía para salvar al reino de la bancarrota en que se encontraba, pero el autor, en una conversación con Eckermann aclara que se trata de Fausto; de ahí el uso del asterisco. Quizá convenga decir que el estruendo que produce la salida del sol no podemos percibirlo, porque según Pitágoras, los ruidos terrenos nos impiden escuchar el sonido que producen los astros en su movimiento, o bien, que como los oímos continuamente, ya no les prestamos atención.

También me da la impresión que la acción del Fausto de la primera parte (L seducción y muerte de Margarita) ocurre en la etapa medieval y que la de la parte II se traslada a la época de los años de 1800 y siguientes aunque después retrocede a la antigua Grecia.

Lo que sigue es un resumen de la conversación que sostuvieron Goethe con Eckermann: “Discurrimos sobre las posibilidades del Gran Carnaval para realizarse escénicamente. Goethe opinó que sería muy difícil y yo (Eckermann) le dije que me parece admirable aquello del elefante conducido por la prudencia y llevando a la Victoria sobre la espalda, con el Temor y la Esperanza encadenados a uno y otro lado. Sería una alegoría única y que de representarse, el público quedaría estupefacto de tan fastuoso espectáculo – Deje en paz al público, respondió el poeta, no quiero oír hablar de él; que cada uno reaccione como pueda y lo aproveche según su capacidad; y prosiguió: Supongo que ha comprendido que bajo la máscara de Pluto se esconde Fausto y bajo la de la avaricia, Mefistófeles. Pero ¿Quién es el muchacho-auriga? – Yo vacilé y no supe que contestar - ¡Es Euphorión! Exclamó Goethe - ¿Pero como aparece Euforión en el carnaval si “nace” en el tercer acto?, repliqué – Euphorión, respondió Goethe, no es un ser humano, sino alegórico: representa a la poesía y ésta no puede identificarse con ningún lugar, con ninguna persona ni con ningún tiempo, es algo semejante a los fantasmas, que están presentes en todas partes y pueden surgir en cualquier momento”     

Y aunque un poco largo, lo siguiente, también de una conversación con Eckermann, es muy ilustrativo:

“Cuando en la corte imperial se vieron con dinero – dijo el poeta – pensaron divertirse. El Emperador quería contemplar a Paris y Helena a los que deseaba ver, conjurados por arte de magia, vivos y en persona. Pero Mefistófeles no tenía que ver nada con la antigüedad clásica: Poco poder le era dado ejercer sobre estos personajes. La empresa quedó pues, confiada a Fausto y éste consiguió salir victorioso. Lo que hiciera para lograr la presencia de tan remotos seres no lo he terminado aún. Hoy sólo tendrá usted la ocasión de oír la escena en que se evoca a Paris y Helena”

“En la antigua sala de los caballeros están reunidos la corte y el Emperador, para presenciar el espectáculo. Se levanta el telón y aparece un templo griego ante el espectador. Mefistófeles se esconde en la concha del apuntador, el astrólogo aparece en un lado del proscenio y Fausto surge en el otro con el trípode. Pronuncia la fórmula mágica y entre el humo del incienso que se alza del pebetero aparece Paris y mientras el bello joven se mueve siguiendo el ritmo de una música etérea, el poeta nos lo describe. Paris se sienta apoyando el brazo alrededor de la cabeza, como suelen representarlo las estatuas antiguas. Es el encanto de las mujeres que se muestran rendidas ante su esplendor juvenil; pero es también el odio de los hombres, en los que excita el odio y los celos. Y estos se complacen en rebajarlo cuanto pueden. Paris parece dormir y en aquel momento aparece Helena. Se acerca al joven y lo besa en los labios, para alejarse luego, volviendo de cuando en cuando la cabeza para contemplarlo. En estos momentos aparece especialmente seductora. Helena impresiona tanto a los hombres como Paris a las mujeres. Si inspira en éstos amor y admiración, despierta odio, envidia y censura en aquéllas. El propio Fausto está tan arrobado que olvida, ante la irradiación de belleza de aquel ser que él mismo ha conjurado, el lugar el tiempo y lo que pasa en aquel instante. Mefistófeles tiene que recordarle a cada momento que se aparta del papel que le corresponde. Entre Paris y Helena parece aumentar el amor y la mutua inclinación. El joven la abraza para llevársela consigo, y entonces Fausto pretende arrancársela; pero al ir a golpearlo con la llave misteriosa, se produce una violenta explosión, los espíritus se desvanecen en el aire y Fausto queda inmóvil en tierra”  

 

   

Acto 2 

 

Este acto es aún más sorprendente que el anterior, pues regresa Mefistófeles a Fausto a su aposento anterior, después de darle un paseo por la corte imperial para distraerlo. Es decir que lo “regresa” a la edad media. Fausto permanece desmayado y Mefistófeles al recorrer aquellos aposentos góticos, se encuentra con el fámulo, después con un bachiller un poco pedante y finalmente con Wagner (El antiguo discípulo de la parte I, que era un poco tonto pero que ha madurado y se encuentra en un experimento fantástico: La “fabricación” de un hombre en una probeta, al que llama el homúnculo, que despide una luz roja y que parece ser puro espíritu, pues es muy inteligente y quiere llegar a ser un hombre completo, es decir de carne, hueso y alma, mientras no consiga eso, el homúnculo no puede abandonar la probeta, que es su refugio. Hay una reflexión de Goethe en el sentido de que “no pueden convivir, en la mujer, la honestidad con la belleza”, que repite dos o tres veces.

El homúnculo mira a Fausto desmayado y “vé” su sueño: Un río maravilloso, azul, bordeado de juncos y en sus riberas mujeres hermosas perseguidas por cisnes. La más linda, Leda, se refugia con el cisne más bello, que es Zeus metamorfoseado, en un lugar al resguardo de miradas indiscretas. De esa unión nacerán Helena y uno de los Dióscuros. El homúnculo hace que Fausto despierte e intuyendo su deseo de ir a Grecia a buscar a Helena, pide a Mefistófeles que los transporte en espacio y en tiempo. Llegan volando a Farsalia (lugar donde tuvo lugar la famosa batalla entre Pompeyo y César) y allí inician un recorrido por el antiguo mundo griego poblado de seres míticos, fabulosos. Fausto siempre en busca de Helena, paradigma de la belleza, que se ha convertido en su pasión, en su obsesión; al encontrarse en esos lugares que conoce muy bien por sus lecturas clásicas, se siente conmovido y hasta llega a preguntarse ¿son sueños?, ¿son recuerdos? Estando en la ribera del Peneo oye un redoblar de cascos y distingue a un centauro que viene corriendo velozmente: es Quirón; Fausto lo llama y monta sobre él y le pregunta por los héroes que ha guiado con sus consejos: Los argonautas, Hércules, Aquiles, etc., pero su intención es saber acerca de Helena, Quirón le dice que siendo ella mocita la llevó sobre su lomo y Fausto se emociona al saber que su adoración ha estado en el mismo lugar en que él se encuentra ahora. Sin embargo Quirón le dice que lo más que puede hacer es llevarlo con la sibila Manto que habita una cueva que lleva al Hades, donde posiblemente encuentre a Helena. No vuelve a aparecer Fausto por el resto de este segundo acto, pero Goethe se explaya en historias sobre seres menores de la mitología griega: son los dioses primitivos de los más antiguos pobladores de la Hélade. Hace hablar así a los Cabiros, los Telquinos, sirenas, tritones, etc. a quienes  hace descender de Nereo y Proteo, que son dioses mucho más conocidos y aun hace conversar a Mefistófeles y al homúnculo con los filósofos Tales y Anaxágoras y aprovecha para exponer sus propias ideas acerca del plutonismo y el neptunismo. Acaba el acto con una invocación a la naturaleza y a los cuatro elementos que se consideraban los fundamentales: Fuego, aire, agua y tierra.

 

Comentarios:

Acto 2

Según los estudiosos de la mitología, los telquinos eran dioses subterráneos ligados con el fuego interior y enseñaron a los hombres su uso para fundir metales, su culto nació en Rodas y se dice que su cueva o morada llevaba al Hades, donde tuvo que bajar Fausto para traer a Helena (¿en espíritu?) episodio que no cuenta Goethe en la obra en cuestión, pero que sí lo cita a Eckermann, agregando que se le dificultaba escribir el discurso que Fausto debía dirigir a Perséfone para que permitiera salir a Helena. Ellos, los Telquinos, forjaron el tridente de Neptuno. Los Cabiros, deidades de Samotracia, eran dioses entre marinos y terrenos a quienes se les atribuía el ser protectores de los navegantes, además de metalúrgicos y escultores. El origen del homúnculo, tal como lo describe Goethe, se remonta a los alquimistas de la edad media, primordialmente a Paracelso, que creían que dejando podrir el semen humano en una retorta o en un huevo, podrían obtener un ser humano, que era en general pequeño y muy sensible. Todo el acto 2 parece un paseo por la Grecia mitológica, poblada de Esfinges, Grifos y personificaciones de fenómenos naturales como el seísmo, o de viejas leyendas en donde aparecen las Lamias, etc. Si tiene algún significado alegórico o simbólico, no me fue posible descubrirlo.

Parece que fue pensado para ser representado en teatro (en una conversación Goethe dijo que el homúnculo debía ser interpretado por un ventrílocuo, pues debía aparecer – creo que solamente la luz - dentro de su redoma de cristal). Finalmente, en 1831, se representó en Weimar. Toda esta parte parece más bien una divagación de todas las inquietudes del poeta sobre estos temas que parte de una novela. Toda la obra es tan compleja y como está escrita en alemán y creo que TODA en verso, para un hablante del castellano es imposible valorizarla cabalmente.   

 

Cuando llegué a esta parte de mi escrito, reflexioné sobre si debía seguir o no, ¿pues a quién le importaría?, porque  aunque mi propósito era hacerlo para mí mismo, para recordar los pasajes y para entender mejor la obra, me llegué a preguntar si valía la pena o sería de utilidad para mí o para alguien más, y ... decidí seguir.

     

Acto 3 

Aparece Helena frente al palacio de Menelao en Esparta, pues éste la mandó primero para que lo pusiera en orden, limpio y habitable. Acompañada del coro formado por sus servidoras, Helena se lamenta de su suerte, pues los Dioses, dice, le han trazado un destino indescifrable y cambiable. No sabe si va como reina, como esposa o como esclava. Se resiste a entrar a su antigua morada (ahí había nacido, pues el palacio lo construyó Tíndaro, su padre “terrenal”); recuerda dolorida como su niñez feliz fue rápida, pues “siendo una mocita de diez años” fue raptada por Teseo, que la confinó en una fortaleza de donde fue liberada por sus hermanos; luego su casamiento con Menelao y finalmente su rapto que dio lugar a la guerra, incendio y destrucción de Troya. Se encuentra amedrentada e indecisa; por fin bajo la compulsión del coro que le dice:    

¡No repudies oh mujer majestuosa,

el bien supremo de la gloria!

Pues la dicha mayor te ha sido dada,

la mayor de las famas: La belleza!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

No puedes predecir el futuro.

Entra, reina, ten valor; recuerda

que el bien y el mal

caen de improviso sobre los mortales

 

Helena se resuelve: Que sea lo que los dioses quieran” y aunque recelosa entra al palacio. El coro queda suspenso y algunos minutos después sale Helena con el rostro demudado; ¿qué ha pasado reina?, le preguntan y ella responde: “Todo estaba abandonado, silencioso, llegué al hogar y descubrí junto al rescoldo, sentada, a una mujer grande, alta, cubierta con un velo blanco, que parecía meditar. Imperiosamente le ordené trabajar, pero ella me indicó con un gesto autoritario que saliera de allí, me dirigí hacia el tálamo, cerca de la sala del tesoro y allí estaba ella nuevamente. Me es imposible describirla, pero ahora la veréis pues se presenta ante nosotros a la misma luz del día”. Pero la que se ve medio cubierta por las jambas de la puerta es Forkias, tan horrible que el coro exclama: ¡qué atrocidad es ver la fealdad junto a la belleza! (Este personaje debe ser una de las tres Fórcides, pues son hijas de Forkias). Forkias, por ese comentario, tiene un altercado con el coro, pero al fin reconoce como reina a Helena a quien infunde confianza, pues se muestra respetuosa y atenta. Así, la reina inicia una serie de lamentaciones ante ella. Dice que no comprende las pretensiones de Menelao, pues le ha mandado arreglar el trípode ritual, el agua lustral y todas las vasijas sagradas necesarias para los sacrificios, pero no sabe a quién o a quienes va a inmolar. Teme lo peor. Forkias, apesadumbrada, recuerda los amores pasados de Helena, los días felices del amor, y al fin le confiesa que las víctimas a sacrificar son ellas: Helena y sus esclavas. Las lamentaciones del coro son muchas y Forkias, apiadada, les dice que hay un modo de escapar de ese destino funesto: Al norte y viniendo de las regiones cimerias está un emperador fuerte y altivo que ha construido un palacio grande y no visto hasta entonces por esos lugares, vive rodeado de sirvientes altos y guapos que las pueden acoger. La reina es la que tiene que decidir. Acepta.

Helena es ya la mujer del hombre venido del norte que es Fausto, es feliz pues va a tener un hijo de él. Lo tiene, es Euforión, personificación de la poesía, que al crecer se convierte en un joven hermoso y amante de las bellas artes: de la danza, del canto, del gozo de vivir. Helena y Fausto están felices con su vástago, pero recelan de tanta dicha: saben que el gozo va unido al sufrimiento. Crece Euforión y su ideal es alcanzar las cimas más altas de la vida; como impelido por algún dios, se eleva, llega a las alturas, pero en ese intento supremo muere, cae a los pies de sus padres y los sume en la desolación. Ante ellos no quedan más que sus vestidos y sus instrumentos de música, pues Euforión, la poesía, se ha disipado en el aire. Helena no puede sufrir esa pena y también se disuelve, se difumina, se convierte en una nubecilla sutil. A Fausto solo le quedan entre sus brazos los ropajes de ella. Apremiado por Forkias, Fausto ase con fuerza, pero con sentimiento, los vestidos y el velo de Helena que empiezan a convertirse en una nube que lo envuelve, lo levanta y se lo lleva. Abajo queda el coro que canta las bellezas de la vida y lo próvido de la naturaleza.

Después de alcanzar su sueño de poseer la belleza perfecta, Fausto sólo conserva el recuerdo dulce y doloroso de su amada  Helena ...

 

Cae el telón. Forkias, que ha quedado en el proscenio, se baja de los coturnos, se despoja de sus ropajes de utilería y se presenta ante el público tal cual es: Mefistófeles, el diablo.

 

 

Comentarios:

Acto 3

Este acto es tan poético que no habría que hacerle ningún comentario, sin embargo, es conveniente decir que Euforión, que representa a la poesía y que en este acto, al saber Goethe que Lord Byron había muerto en Misolonghi peleando románticamente por la libertad de los griegos, dedicó un canto elegíaco a su muerte. Lo representó en su poema como la vida entre cantos, danzas, música, - sobre todo rodeado de coros de muchachas, como fue la vida de Byron, que aunque padecía alguna cojera, fue muy afortunado con las damas - y por último la muerte de Euforión. Quizás no esté por demás aclarar, que Lord Byron no murió heroicamente en el campo de batalla sino de malaria y en su cama. Pero Goethe, que sentía una fascinación casi morbosa por la nobleza, lo admiraba y decía de él, que era el poeta del siglo. Las fórcides mitológicas, son tres mujeres horribles, con un solo ojo y un diente, ambos para las tres, que se intercambian entre sí.

  

Lo siguiente es parte de las conversaciones de Goethe: Su hijo le dice que le gustó mucho la primera parte de este acto, no así la segunda porque no la llega a comprender; a lo que el poeta comentó: “No puede afirmarse que lo racional sea siempre bello; pero sí que lo bello es siempre racional o debería serlo. La parte antigua la comprendes porque logras abarcar la visión de toda ella y porque tu inteligencia puede seguir a la mía. Pero la segunda resulta difícil y es necesario cierto estudio para poder seguir el curso de los hechos, ya que no se puede descubrir con la propia razón la marcha de la razón del autor”

 

Acto 4   

 

La nube en que se convirtieron los vestidos y el velo de Helena y que envuelve y levanta a Fausto, lo transporta nuevamente a Alemania, lo deposita en la cumbre de una montaña rocosa y se diluye lentamente. Fausto ve con tristeza como se va disolviendo la nube y su sueño. Hasta ahí lo alcanza Mefistófeles, que se transporta en unas botas de siete leguas ¿?. Tienen una conversación sobre el estado del reino, que está en crisis, pues el emperador se ha vuelto disoluto, derrochador y descuidado, pues el dinero ficticio con el que fue ayudado por Fausto y Mefistófeles le infundió una confianza falsa. El pueblo está a disgusto. Mefistófeles considera que un nuevo rey induciría un cambio favorable, que renovaría al reino y lo llevaría a un estadio donde impere la paz y la justicia, Fausto, burlonamente dice “esto me huele a clerigalla” y opina que el gobernante “debe poner todo su y empeño en su tarea; que debe posponer todo deseo particular al bienestar de su pueblo”. Discurren también sobre sus deseos: Los de Mefistófeles son terrenales, pues desearía una casa con bellos jardines y fuentes y estar rodeado de bellas jovencitas. ¿Y tú que quieres realmente?, le pregunta a Fausto. Por principio Fausto reprueba los gustos vulgares y groseros de Mefistófeles, le dice que es un moderno Sardanápalo y a su pregunta responde vaguedades acerca del mar, que su ilusión es querer separar las aguas de la playa para ganar terreno al mar, quisiera saber por qué ese eterno ir y venir ¿ese nacer y morir eternamente? Y termina diciendo que la acción lo es todo, la gloria es nada.

Como una respuesta a lo expresado por Mefistófeles acerca de un nuevo rey, abajo, en el valle se oyen toques de corneta, música marcial y nuestros personajes ven dos ejércitos que van a enfrentarse: el del Emperador y el del pueblo que se ha soliviantado porque las condiciones son de pobreza, de injusticia, etc. ¿Fuiste tú? Le pregunta Fausto a Mefistófeles, y éste contesta que no. Al principio las tropas del Emperador repelen a las bandas desordenadas de los lugareños y montañeses, pero como una respuesta a lo expresado por Mefistófeles acerca de un nuevo rey, un “Emperador” se presenta y reordena las huestes populares. La batalla se inclina por el falso emperador. Es la oportunidad de Mefistófeles: Ya que Fausto se siente capaz de emprender acciones grandiosas, Mefistófeles le dice que va a ser el General en Jefe del ejército del Emperador. ¡Pero cómo voy a hacer algo de lo que no sé nada, sería el colmo! Comenta Fausto. Deja todo en manos del estado mayor le dice Mefistófeles y aprovecha esta oportunidad, pues si ganamos, con inclinarte y doblar la rodilla ante el Emperador, éste te premiará ampliamente. Fausto acepta, se arma como caballero medieval y se presenta al Emperador ofreciéndole sus servicios, el Emperador acepta: “cualquier ayuda es bienvenida en estas circunstancias” comenta. Mefisto da a Fausto tres campeones de nombres estrafalarios: Rapiñador, Matachín y Atenazador ¿?.

Con la ayuda de Fausto ¿? Y sobre todo con las hechicerías de Mefistófeles, las tropas rebeldes son derrotadas y lo más importante: el Emperador ha tomado conciencia de su papel de gobernante. Manda traer a los principales del reino y los instruye para que ejerzan sus poderes de manera de favorecer al pueblo y al reino. Les adjudica cargos honorarios: Copero mayor, Gran Chambelán, etc. Ratifica al Canciller que es al mismo tiempo el Arzobispo, quien en ese papel le dice que tiene una deuda muy grande con la Iglesia, pues se ha aliado con el Diablo y con su servidor (Fausto) y que para saldarla tendrá que darle canonjías costosas. A Fausto le da como recompensa los litorales del reino y las tierras que pueda ganarle al mar. “Mucho debo por esta maldita ralea hechiceresca” se queja el Emperador y termina: “A este paso bien podría desde luego empeñar medio reino”.

 

Comentarios:

Acto 4

 

No sé bien a bien que se propone el autor: Si analizar la situación del imperio en la época en que vivía Fausto (alrededor de 1500) o en la época en que escribió la obra, pues no conozco la historia de Alemania o la del imperio Romano-Germánico. Así que voy a insertar un comentario que hizo el poeta acerca del acto 1, pero que me parece que encaja bien aquí:

“En la figura del Emperador – dijo Goethe – he querido encarnar la de un monarca que posee todas las condiciones imaginables para arruinar a su país lo que, realmente, consigue al final. El bienestar del imperio y de sus súbditos no le preocupa; no piensa más que en él y en la manera cómo podría procurarse una diversión para cada día. En el país no hay orden ni justicia, pues como los propios jueces son cómplices y defienden a los culpables, se producen sin limitaciones ni castigos los crímenes más espantosos. El ejército está sin dinero sin disciplina y los soldados merodean igual que bandidos, viviendo como pueden y procurándose ellos mismos el oro que les falta. La caja del estado no tiene dinero ni ve manera de acrecentar sus recursos. El propio palacio del Emperador se halla en una situación semejante, pues hay escasez en la cocina y en la bodega, y el mayordomo, que no sabe como arreglar las cosas, ha empeñado cuanto existe en él a unos usureros judíos, y todo en aquella casa está amenazado: hasta el pan de la mesa del Emperador. El Consejo de Estado pretende dar al monarca su opinión sobre la situación, a fin de ver la manera de ponerle remedio; pero la ilustre persona no se siente inclinada a prestar sus nobles oídos a tan enojosas razones; le gusta más divertirse. Y he ahí un lugar apropiado para Mefistófeles, que como “consejero” no se separa ni un momento del Emperador”.

 

Si analizamos la situación del estado que guardaba aquel reino, vemos que actualmente (2010), aquí en México hay muchas similitudes, a excepción del dinero, pues el gobierno lo tiene a manos llenas y lo malgasta a placer.

 

Acto 5

 

Fausto se halla en la extrema vejez, en posesión de enormes extensiones de tierra que ha ganado al mar por la concesión con que le pagó sus servicios el Emperador y que ha conseguido, según su deseo con la ayuda de Mefistófeles y de sus tres “ayudantes” de nombres estrafalarios. (Fausto debe tener, según comentó Goethe, exactamente cien años) solamente un pequeño predio no le pertenece, pues es de unos viejecitos (Filemón y Baucis) y esto lo tiene descontento: quiere poseer todo. Mefistófeles ha conseguido seres desvalidos (lémures), para seguir construyendo diques para ganar más tierras al mar. ¿Siguen cavando los fosos? Pregunta Fausto y Mefistófeles para sí: más bien parece una fosa; aludiendo a la proximidad de la muerte de Fausto, pues el plazo se ha cumplido. Fausto muere y se disputan su alma Lucifer y las milicias celestiales. Triunfan éstas, pues cuentan con la ayuda de innumerables santos y sobre todo de Margarita, a quien se refiere el texto sin nombrarla.

 

“Se ha salvado del maligno

Este noble miembro

Del mundo de los espíritus.

Nosotros podemos salvar

Al que sabe luchar y esforzarse;

Y cuando el amor de lo alto

Ha descendido sobre él”

 

“En estos versos – dijo el poeta – está la clave de la salvación de Fausto”

 

Comentarios finales

 

“¡Y ahora vienen y me preguntan – dice Goethe – qué idea he querido encarnar en mi Fausto! ¡Cómo si yo lo supiese y pudiese, por lo tanto, anunciarlo! Del cielo por el mundo hasta el infierno. Tal vez podría ser esta, a falta de otra; pero no es ninguna idea, sino la marcha y el sentido de la acción” Este comentario del autor a una pregunta de algunos estudiosos de su obra, habla muy explícitamente de la complejidad de la misma.

 

Y por último, la influencia del Fausto de Marlowe sobre Goethe:

Parece que el Dr. Fausto efectivamente existió. Y también es indudable la influencia del Fausto de Marlowe en el de Goethe, sin embargo hay diferencias notables: En el primero no se menciona a Margarita o Gretchen, que Goethe toma como el asunto central en la parte I; el aquelarre adónde se lleva Mefistófeles a Fausto para distraerlo de la tragedia de Margarita, no lo menciona como tal Marlowe, pues en éste el afán principal de Fausto es el ansia de saber y de poder. Una de las diferencias principales, a mi modo de entender, es la personalidad de Mefistófeles, que es sumisa en Marlowe y contestataria en Goethe. Es asimismo evidente en el Fausto de Goethe la inmensa variedad de temas que aborda y que no se tocan en el de Marlowe y que se debe a la vastedad de las inquietudes del primero que obedece, creo yo, a la diferencia de edades de los autores: Marlowe escribió su tragedia a los veinticinco años y Goethe la terminó a los ochenta, aunque según confiesa este último, la tenía en mente desde por lo menos treinta años antes, (lo cual es muy probable, pues la primera parte es marcadamente romántica y la segunda no; aunque ambas son muy poéticas: Repárese si no, en el tercer acto de la segunda parte, que en forma de tragedia griega le resultó a Goethe bellísima. Al respecto opinó el gran Víctor Hugo lo siguiente: “Si el lector lee estos versos admirables – lo que dice el Fausto de Marlowe refiriéndose a su encuentro con Helena – hallará en ellos, en germen, la idea que Goethe ha desarrollado con tanta belleza en el tercer acto de la segunda parte”)

 

Los versos de Marlowe a que se refiere Víctor Hugo, son aquellos que empiezan:

”¡Dulce Helena! Hazme inmortal con uno de tus besos ...”

 

Es importante también la diferencia del final de Fausto: Marlowe lo condena a una muerte horrorosa y al infierno, en cambio Goethe lo perdona. (El Fausto de Marlowe fue escrito en 1592 y el de Goethe en 1831 y publicado póstumamente)

 

Y como este ¿ensayo? ya se alargó muchísimo y me parece que nadie lo va a leer, hago aquí lo que quería hacer Don Quijote: Darle F I N                             AGR 2010