Este trabajo está hecho para, personalmente,
tratar de entender la obra; pero si a alguien le parece interesante y lo lee,
me daría mucho gusto y más, conocer su opinión. AGR
Fausto
(II parte)
Acto 1)
Se
inicia la narración con el crepúsculo, la llegada de la noche y con ella el
despertar de los elfos y otros espíritus nocturnos que medran de noche; un poco
antes del amanecer, Ariel los exhorta
así como a otros genios del campo, a ensalzar el nacimiento del sol
nuevo.
Fausto
se encuentra cansado y reposa dormido sobre la grama fresca y húmeda. Despierta
ya de madrugada y admirado de la grandeza de la naturaleza en su despertar, le
dedica un elogio emocionado. Percibe el gran estruendo que produce el
nacimiento del sol ¿?
Cambia
el escenario al palacio imperial y junto al emperador, que se queja con sus
ministros del desastroso estado de su país, se presenta Mefistófeles disfrazado
del bufón, pues el original ha desaparecido. Hacen los ministros algunas
observaciones que todavía son válidas: “Se han creado tantos fueros, que ya no
tenemos ninguno”, “Hasta un hombre de bien
se inclina ante el soborno y un juez incapaz de castigar se une finalmente al
delincuente”. Discuten como solucionar el estado caótico del
imperio: no hay dinero ni para pagar a los soldados, etc. Y por supuesto
Mefistófeles mete su cuchara y crea el dinero de papel.
Alguien
ha preparado una mascarada, un Carnaval. El heraldo anuncia a los participantes: muchachas y muchachos
ataviados de productos del campo, mujeres del pueblo llano que exponen sus
problemas, mineros que desfilan entonando sus cantos. Cuando el heraldo anuncia
que van a pasar los poetas, estos se disculpan pues “sostienen una conversación de sumo
interés con un vampiro que acaba de aparecer” ¿?; entonces ante la ausencia de esos participantes echa mano de
personajes de la mitología griega “que a pesar de sus máscaras modernas, se
les ve bien”. La fiesta pasa a varios escenarios y por fin a la sala de
los caballeros en la que hace su entrada triunfal entre la muchedumbre, en un
carruaje tirado por cuatro caballos Pluto, el dios de la riqueza; la cuadriga
va guiada por un auriga joven que representa la poesía. Al ver Pluto (que no es
otro que Mefisto*) la pobreza del
reino, inventa los billetes que dispensa a la multitud con liberalidad diciendo
que están sustentados por toda la riqueza que yace bajo la superficie del
reino. Como por arte de magia, el imperio entra en bonanza, todos están
contentos, el pueblo, los ministros que han pagado a los soldados y empleados,
en fin, todos, aunque se preguntan, incluyendo el emperador “si
es dinero de verdad”. (Es una alusión a los asignados que se emitieron
durante la revolución francesa soportados por las riquezas del clero, que
habían sido incautadas por
Comentarios:
Acto I
No
encuentro ilación entre la parte primera, que es una historia convencional (no
convencionalmente contada) y que se repite en muchas partes y épocas, del pacto
con el diablo o la venta del alma al diablo con la finalidad de obtener algo de
manera fácil: Juventud, dinero, amor, poderes sobrenaturales, etc. Y cuyo
elevado precio tiene que pagar el humano con su vida o su alma; y la parte II,
que parece más un tour de Goethe para describir costumbres, sucesos de su época
y de su tierra, (tal el caso de los billetes, pues él presenció la emisión de
asignados durante
Durante
la lectura me pareció que Pluto no era sino Mefistófeles que intervenía para
salvar al reino de la bancarrota en que se encontraba, pero el autor, en una
conversación con Eckermann aclara que se trata de Fausto; de ahí el uso del
asterisco. Quizá convenga decir que el estruendo que produce la salida del sol
no podemos percibirlo, porque según Pitágoras, los ruidos terrenos nos impiden
escuchar el sonido que producen los astros en su movimiento, o bien, que como
los oímos continuamente, ya no les prestamos atención.
También
me da la impresión que la acción del Fausto de la primera parte (L seducción y
muerte de Margarita) ocurre en la etapa medieval y que la de la parte II se traslada a la época de los
años de 1800 y siguientes aunque después retrocede a la antigua Grecia.
Lo
que sigue es un resumen de la conversación que sostuvieron Goethe con
Eckermann: “Discurrimos sobre las posibilidades del Gran Carnaval para realizarse
escénicamente. Goethe opinó que sería muy difícil y yo (Eckermann) le dije que
me parece admirable aquello del elefante conducido por la prudencia y llevando
a la Victoria sobre la espalda, con el Temor y la Esperanza encadenados a uno y
otro lado. Sería una alegoría única y que de representarse, el público quedaría
estupefacto de tan fastuoso espectáculo – Deje en paz al público, respondió el
poeta, no quiero oír hablar de él; que cada uno reaccione como pueda y lo
aproveche según su capacidad; y prosiguió: Supongo que ha comprendido que bajo
la máscara de Pluto se esconde Fausto y bajo la de la avaricia, Mefistófeles.
Pero ¿Quién es el muchacho-auriga? – Yo vacilé y no supe que contestar - ¡Es
Euphorión! Exclamó Goethe - ¿Pero como aparece Euforión en el carnaval si
“nace” en el tercer acto?, repliqué – Euphorión, respondió Goethe, no es un ser
humano, sino alegórico: representa a la poesía y ésta no puede identificarse
con ningún lugar, con ninguna persona ni con ningún tiempo, es algo semejante a
los fantasmas, que están presentes en todas partes y pueden surgir en cualquier
momento”
Y
aunque un poco largo, lo siguiente, también de una conversación con Eckermann,
es muy ilustrativo:
“Cuando
en la corte imperial se vieron con dinero – dijo el poeta – pensaron
divertirse. El Emperador quería contemplar a Paris y Helena a los que deseaba
ver, conjurados por arte de magia, vivos y en persona. Pero Mefistófeles no
tenía que ver nada con la antigüedad clásica: Poco poder le era dado ejercer
sobre estos personajes. La empresa quedó pues, confiada a Fausto y éste
consiguió salir victorioso. Lo que hiciera para lograr la presencia de tan
remotos seres no lo he terminado aún. Hoy sólo tendrá usted la ocasión de oír
la escena en que se evoca a Paris y Helena”
“En la
antigua sala de los caballeros están reunidos la corte y el Emperador, para
presenciar el espectáculo. Se levanta el telón y aparece un templo griego ante
el espectador. Mefistófeles se esconde en la concha del apuntador, el astrólogo
aparece en un lado del proscenio y Fausto surge en el otro con el trípode.
Pronuncia la fórmula mágica y entre el humo del incienso que se alza del
pebetero aparece Paris y mientras el bello joven se mueve siguiendo el ritmo de
una música etérea, el poeta nos lo describe. Paris se sienta apoyando el brazo
alrededor de la cabeza, como suelen representarlo las estatuas antiguas. Es el
encanto de las mujeres que se muestran rendidas ante su esplendor juvenil; pero
es también el odio de los hombres, en los que excita el odio y los celos. Y
estos se complacen en rebajarlo cuanto pueden. Paris parece dormir y en aquel
momento aparece Helena. Se acerca al joven y lo besa en los labios, para
alejarse luego, volviendo de cuando en cuando la cabeza para contemplarlo. En
estos momentos aparece especialmente seductora. Helena impresiona tanto a los
hombres como Paris a las mujeres. Si inspira en éstos amor y admiración,
despierta odio, envidia y censura en aquéllas. El propio Fausto está tan
arrobado que olvida, ante la irradiación de belleza de aquel ser que él mismo
ha conjurado, el lugar el tiempo y lo que pasa en aquel instante. Mefistófeles
tiene que recordarle a cada momento que se aparta del papel que le corresponde.
Entre Paris y Helena parece aumentar el amor y la mutua inclinación. El joven
la abraza para llevársela consigo, y entonces Fausto pretende arrancársela;
pero al ir a golpearlo con la llave misteriosa, se produce una violenta
explosión, los espíritus se desvanecen en el aire y Fausto queda inmóvil en
tierra”
Acto 2
Este
acto es aún más sorprendente que el anterior, pues regresa Mefistófeles a
Fausto a su aposento anterior, después de darle un paseo por la corte imperial para
distraerlo. Es decir que lo “regresa” a la edad media. Fausto permanece
desmayado y Mefistófeles al recorrer aquellos aposentos góticos, se encuentra
con el fámulo, después con un bachiller un poco pedante y finalmente con Wagner
(El antiguo discípulo de la parte I, que era un poco tonto pero que ha madurado
y se encuentra en un experimento fantástico: La “fabricación” de un hombre en
una probeta, al que llama el homúnculo,
que despide una luz roja y que parece ser puro espíritu, pues es muy
inteligente y quiere llegar a ser un hombre completo, es decir de carne, hueso
y alma, mientras no consiga eso, el homúnculo no puede abandonar la probeta,
que es su refugio. Hay una reflexión de Goethe en el sentido de que “no
pueden convivir, en la mujer, la honestidad con la belleza”, que repite
dos o tres veces.
El
homúnculo mira a Fausto desmayado y “vé” su sueño: Un río maravilloso, azul,
bordeado de juncos y en sus riberas mujeres hermosas perseguidas por cisnes. La
más linda, Leda, se refugia con el cisne más bello, que es Zeus metamorfoseado,
en un lugar al resguardo de miradas indiscretas. De esa unión nacerán Helena y
uno de los Dióscuros. El homúnculo hace que Fausto despierte e intuyendo su
deseo de ir a Grecia a buscar a Helena, pide a Mefistófeles que los transporte
en espacio y en tiempo. Llegan volando a Farsalia (lugar donde tuvo lugar la
famosa batalla entre Pompeyo y César) y allí inician un recorrido por el antiguo
mundo griego poblado de seres míticos, fabulosos. Fausto siempre en busca de
Helena, paradigma de la belleza, que se ha convertido en su pasión, en su
obsesión; al encontrarse en esos lugares que conoce muy bien por sus lecturas
clásicas, se siente conmovido y hasta llega a preguntarse ¿son sueños?, ¿son recuerdos?
Estando en la ribera del Peneo oye un redoblar de cascos y distingue a un
centauro que viene corriendo velozmente: es Quirón; Fausto lo llama y monta
sobre él y le pregunta por los héroes que ha guiado con sus consejos: Los
argonautas, Hércules, Aquiles, etc., pero su intención es saber acerca de
Helena, Quirón le dice que siendo ella mocita la llevó sobre su lomo y Fausto
se emociona al saber que su adoración ha estado en el mismo lugar en que él se
encuentra ahora. Sin embargo Quirón le dice que lo más que puede hacer es
llevarlo con la sibila Manto que habita una cueva que lleva al Hades, donde
posiblemente encuentre a Helena. No vuelve a aparecer Fausto por el resto de
este segundo acto, pero Goethe se explaya en historias sobre seres menores de
la mitología griega: son los dioses primitivos de los más antiguos pobladores
de
Comentarios:
Acto 2
Según
los estudiosos de la mitología, los telquinos eran dioses subterráneos ligados
con el fuego interior y enseñaron a los hombres su uso para fundir metales, su culto
nació en Rodas y se dice que su cueva o morada llevaba al Hades, donde tuvo que
bajar Fausto para traer a Helena (¿en espíritu?) episodio que no cuenta Goethe
en la obra en cuestión, pero que sí lo cita a Eckermann, agregando que se le
dificultaba escribir el discurso que Fausto debía dirigir a Perséfone para que
permitiera salir a Helena. Ellos, los Telquinos, forjaron el tridente de
Neptuno. Los Cabiros, deidades de Samotracia, eran dioses entre marinos y
terrenos a quienes se les atribuía el ser protectores de los navegantes, además
de metalúrgicos y escultores. El origen del homúnculo, tal como lo describe
Goethe, se remonta a los alquimistas de la edad media, primordialmente a
Paracelso, que creían que dejando podrir el semen humano en una retorta o en un
huevo, podrían obtener un ser humano, que era en general pequeño y muy
sensible. Todo el acto 2 parece un paseo por
Parece
que fue pensado para ser representado en teatro (en una conversación Goethe
dijo que el homúnculo debía ser interpretado por un ventrílocuo, pues debía
aparecer – creo que solamente la luz - dentro de su redoma de cristal).
Finalmente, en 1831, se representó en Weimar. Toda esta parte parece más bien
una divagación de todas las inquietudes del poeta sobre estos temas que parte
de una novela. Toda la obra es tan compleja y como está escrita en alemán y creo
que TODA en verso, para un hablante del castellano es imposible valorizarla
cabalmente.
Cuando
llegué a esta parte de mi escrito, reflexioné sobre si debía seguir o no, ¿pues
a quién le importaría?, porque aunque mi
propósito era hacerlo para mí mismo, para recordar los pasajes y para entender
mejor la obra, me llegué a preguntar si valía la pena o sería de utilidad para
mí o para alguien más, y ... decidí seguir.
Acto 3
Aparece
Helena frente al palacio de Menelao en Esparta, pues éste la mandó primero para
que lo pusiera en orden, limpio y habitable. Acompañada del coro formado por
sus servidoras, Helena se lamenta de su suerte, pues los Dioses, dice, le han
trazado un destino indescifrable y cambiable. No sabe si va como reina, como
esposa o como esclava. Se resiste a entrar a su antigua morada (ahí había
nacido, pues el palacio lo construyó Tíndaro, su padre “terrenal”); recuerda
dolorida como su niñez feliz fue rápida, pues “siendo una mocita de diez años”
fue raptada por Teseo, que la confinó en una fortaleza de donde fue liberada
por sus hermanos; luego su casamiento con Menelao y finalmente su rapto que dio
lugar a la guerra, incendio y destrucción de Troya. Se encuentra amedrentada e
indecisa; por fin bajo la compulsión del coro que le dice:
¡No repudies
oh mujer majestuosa,
el bien supremo de
la gloria!
Pues la dicha mayor
te ha sido dada,
la mayor de las
famas: La belleza!
. . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
No puedes predecir
el futuro.
Entra, reina, ten
valor; recuerda
que el bien y el
mal
caen de improviso
sobre los mortales
Helena se resuelve: “Que
sea lo que los dioses quieran” y aunque recelosa entra al
palacio. El coro queda suspenso y algunos minutos después sale Helena con el
rostro demudado; ¿qué ha pasado reina?, le preguntan y ella responde: “Todo
estaba abandonado, silencioso, llegué al hogar y descubrí junto al rescoldo,
sentada, a una mujer grande, alta, cubierta con un velo blanco, que parecía
meditar. Imperiosamente le ordené trabajar, pero ella me indicó con un gesto
autoritario que saliera de allí, me dirigí hacia el tálamo, cerca de la sala
del tesoro y allí estaba ella nuevamente. Me es imposible describirla, pero ahora
la veréis pues se presenta ante nosotros a la misma luz del día”. Pero
la que se ve medio cubierta por las jambas de la puerta es Forkias, tan
horrible que el coro exclama: ¡qué
atrocidad es ver la fealdad junto a la belleza! (Este personaje debe ser
una de las tres Fórcides, pues son hijas de Forkias). Forkias, por ese
comentario, tiene un altercado con el coro, pero al fin reconoce como reina a
Helena a quien infunde confianza, pues se muestra respetuosa y atenta. Así, la
reina inicia una serie de lamentaciones ante ella. Dice que no comprende las
pretensiones de Menelao, pues le ha mandado arreglar el trípode ritual, el agua
lustral y todas las vasijas sagradas necesarias para los sacrificios, pero no
sabe a quién o a quienes va a inmolar. Teme lo peor. Forkias, apesadumbrada,
recuerda los amores pasados de Helena, los días felices del amor, y al fin le
confiesa que las víctimas a sacrificar son ellas: Helena y sus esclavas. Las
lamentaciones del coro son muchas y Forkias, apiadada, les dice que hay un modo
de escapar de ese destino funesto: Al norte y viniendo de las regiones cimerias
está un emperador fuerte y altivo que ha construido un palacio grande y no
visto hasta entonces por esos lugares, vive rodeado de sirvientes altos y
guapos que las pueden acoger. La reina es la que tiene que decidir. Acepta.
Helena es ya la mujer del hombre venido del norte que es Fausto,
es feliz pues va a tener un hijo de él. Lo tiene, es Euforión, personificación
de la poesía, que al crecer se convierte en un joven hermoso y amante de las
bellas artes: de la danza, del canto, del gozo de vivir. Helena y Fausto están
felices con su vástago, pero recelan de tanta dicha: saben que el gozo va unido
al sufrimiento. Crece Euforión y su ideal es alcanzar las cimas más altas de la
vida; como impelido por algún dios, se eleva, llega a las alturas, pero en ese
intento supremo muere, cae a los pies de sus padres y los sume en la
desolación. Ante ellos no quedan más que sus vestidos y sus instrumentos de
música, pues Euforión, la poesía, se ha disipado en el aire. Helena no puede
sufrir esa pena y también se disuelve, se difumina, se convierte en una
nubecilla sutil. A Fausto solo le quedan entre sus brazos los ropajes de ella. Apremiado
por Forkias, Fausto ase con fuerza, pero con sentimiento, los vestidos y el
velo de Helena que empiezan a convertirse en una nube que lo envuelve, lo
levanta y se lo lleva. Abajo queda el coro que canta las bellezas de la vida y
lo próvido de la naturaleza.
Después de alcanzar su sueño de poseer la belleza perfecta,
Fausto sólo conserva el recuerdo dulce y doloroso de su amada Helena ...
Cae el telón. Forkias, que ha quedado en el proscenio, se baja
de los coturnos, se despoja de sus ropajes de utilería y se presenta ante el
público tal cual es: Mefistófeles, el diablo.
Comentarios:
Acto
3
Este acto es tan poético que no habría que hacerle ningún
comentario, sin embargo, es conveniente decir que Euforión, que representa a la
poesía y que en este acto, al saber Goethe que Lord Byron había muerto en Misolonghi
peleando románticamente por la libertad de los griegos, dedicó un canto elegíaco
a su muerte. Lo representó en su poema como la vida entre cantos, danzas,
música, - sobre todo rodeado de coros de muchachas, como fue la vida de Byron,
que aunque padecía alguna cojera, fue muy afortunado con las damas - y por
último la muerte de Euforión. Quizás no esté por demás aclarar, que Lord Byron
no murió heroicamente en el campo de batalla sino de malaria y en su cama. Pero
Goethe, que sentía una fascinación casi morbosa por la nobleza, lo admiraba y
decía de él, que era el poeta del siglo. Las fórcides mitológicas, son tres
mujeres horribles, con un solo ojo y un diente, ambos para las tres, que se
intercambian entre sí.
Lo siguiente es parte de las conversaciones de Goethe: Su hijo
le dice que le gustó mucho la primera parte de este acto, no así la segunda
porque no la llega a comprender; a lo que el poeta comentó: “No
puede afirmarse que lo racional sea siempre bello; pero sí que lo bello es
siempre racional o debería serlo. La parte antigua la comprendes porque logras
abarcar la visión de toda ella y porque tu inteligencia puede seguir a la mía.
Pero la segunda resulta difícil y es necesario cierto estudio para poder seguir
el curso de los hechos, ya que no se puede descubrir con la propia razón la
marcha de la razón del autor”
Acto 4
La
nube en que se convirtieron los vestidos y el velo de Helena y que envuelve y
levanta a Fausto, lo transporta nuevamente a Alemania, lo deposita en la cumbre
de una montaña rocosa y se diluye lentamente. Fausto ve con tristeza como se va
disolviendo la nube y su sueño. Hasta ahí lo alcanza Mefistófeles, que se
transporta en unas botas de siete leguas ¿?. Tienen una
conversación sobre el estado del reino, que está en crisis, pues el emperador
se ha vuelto disoluto, derrochador y descuidado, pues el dinero ficticio con el
que fue ayudado por Fausto y Mefistófeles le infundió una confianza falsa. El
pueblo está a disgusto. Mefistófeles considera que un nuevo rey induciría un
cambio favorable, que renovaría al reino y lo llevaría a un estadio donde
impere la paz y la justicia, Fausto, burlonamente dice “esto me huele a clerigalla”
y opina que el gobernante “debe poner todo su y empeño en su tarea;
que debe posponer todo deseo particular al bienestar de su pueblo”.
Discurren también sobre sus deseos: Los de Mefistófeles son terrenales, pues
desearía una casa con bellos jardines y fuentes y estar rodeado de bellas
jovencitas. ¿Y tú que quieres realmente?, le pregunta a Fausto. Por principio
Fausto reprueba los gustos vulgares y groseros de Mefistófeles, le dice que es
un moderno Sardanápalo y a su pregunta responde vaguedades acerca del mar, que
su ilusión es querer separar las aguas de la playa para ganar terreno al mar,
quisiera saber por qué ese eterno ir y venir ¿ese nacer y morir eternamente? Y termina diciendo
que la acción lo es todo, la gloria es nada.
Como
una respuesta a lo expresado por Mefistófeles acerca de un nuevo rey, abajo, en
el valle se oyen toques de corneta, música marcial y nuestros personajes ven dos
ejércitos que van a enfrentarse: el del Emperador y el del pueblo que se ha
soliviantado porque las condiciones son de pobreza, de injusticia, etc. ¿Fuiste
tú? Le pregunta Fausto a Mefistófeles, y éste contesta que no. Al principio las
tropas del Emperador repelen a las bandas desordenadas de los lugareños y
montañeses, pero como una respuesta a lo expresado por Mefistófeles acerca de
un nuevo rey, un “Emperador” se presenta y reordena las huestes populares. La batalla
se inclina por el falso emperador. Es la oportunidad de Mefistófeles: Ya que
Fausto se siente capaz de emprender acciones grandiosas, Mefistófeles le dice
que va a ser el General en Jefe del ejército del Emperador. ¡Pero
cómo voy a hacer algo de lo que no sé nada, sería el colmo! Comenta
Fausto. Deja todo en manos del estado mayor le dice Mefistófeles y aprovecha
esta oportunidad, pues si ganamos, con inclinarte y doblar la rodilla ante el
Emperador, éste te premiará ampliamente. Fausto acepta, se arma como caballero
medieval y se presenta al Emperador ofreciéndole sus servicios, el Emperador
acepta: “cualquier ayuda es bienvenida en estas circunstancias” comenta.
Mefisto da a Fausto tres campeones de nombres estrafalarios: Rapiñador,
Matachín y Atenazador ¿?.
Con la
ayuda de Fausto ¿? Y sobre todo con
las hechicerías de Mefistófeles, las tropas rebeldes son derrotadas y lo más
importante: el Emperador ha tomado conciencia de su papel de gobernante. Manda
traer a los principales del reino y los instruye para que ejerzan sus poderes
de manera de favorecer al pueblo y al reino. Les adjudica cargos honorarios:
Copero mayor, Gran Chambelán, etc. Ratifica al Canciller que es al mismo tiempo
el Arzobispo, quien en ese papel le dice que tiene una deuda muy grande con
Comentarios:
Acto 4
No sé
bien a bien que se propone el autor: Si analizar la situación del imperio en la
época en que vivía Fausto (alrededor de 1500) o en la época en que escribió la
obra, pues no conozco la historia de Alemania o la del imperio
Romano-Germánico. Así que voy a insertar un comentario que hizo el poeta acerca
del acto 1, pero que me parece que encaja bien aquí:
“En la figura
del Emperador – dijo Goethe – he querido encarnar la de un monarca que posee
todas las condiciones imaginables para arruinar a su país lo que, realmente,
consigue al final. El bienestar del imperio y de sus súbditos no le preocupa;
no piensa más que en él y en la manera cómo podría procurarse una diversión
para cada día. En el país no hay orden ni justicia, pues como los propios
jueces son cómplices y defienden a los culpables, se producen sin limitaciones
ni castigos los crímenes más espantosos. El ejército está sin dinero sin
disciplina y los soldados merodean igual que bandidos, viviendo como pueden y
procurándose ellos mismos el oro que les falta. La caja del estado no tiene
dinero ni ve manera de acrecentar sus recursos. El propio palacio del Emperador
se halla en una situación semejante, pues hay escasez en la cocina y en la
bodega, y el mayordomo, que no sabe como arreglar las cosas, ha empeñado cuanto
existe en él a unos usureros judíos, y todo en aquella casa está amenazado:
hasta el pan de la mesa del Emperador. El Consejo de Estado pretende dar al
monarca su opinión sobre la situación, a fin de ver la manera de ponerle
remedio; pero la ilustre persona no se siente inclinada a prestar sus nobles
oídos a tan enojosas razones; le gusta más divertirse. Y he ahí un lugar
apropiado para Mefistófeles, que como “consejero” no se separa ni un momento
del Emperador”.
Si
analizamos la situación del estado que guardaba aquel reino, vemos que
actualmente (2010), aquí en México hay muchas similitudes, a excepción del
dinero, pues el gobierno lo tiene a manos llenas y lo malgasta a placer.
Acto 5
Fausto
se halla en la extrema vejez, en posesión de enormes extensiones de tierra que
ha ganado al mar por la concesión con que le pagó sus servicios el Emperador y
que ha conseguido, según su deseo con la ayuda de Mefistófeles y de sus tres
“ayudantes” de nombres estrafalarios. (Fausto debe tener, según comentó Goethe,
exactamente cien años) solamente un pequeño predio no le pertenece, pues es de
unos viejecitos (Filemón y Baucis) y esto lo tiene descontento: quiere poseer
todo. Mefistófeles ha conseguido seres desvalidos (lémures), para seguir
construyendo diques para ganar más tierras al mar. ¿Siguen cavando los fosos?
Pregunta Fausto y Mefistófeles para sí: más bien parece una fosa; aludiendo
a la proximidad de la muerte de Fausto, pues el plazo se ha cumplido. Fausto
muere y se disputan su alma Lucifer y las milicias celestiales. Triunfan éstas,
pues cuentan con la ayuda de innumerables santos y sobre todo de Margarita, a
quien se refiere el texto sin nombrarla.
“Se ha
salvado del maligno
Este noble
miembro
Del mundo de
los espíritus.
Nosotros
podemos salvar
Al que sabe
luchar y esforzarse;
Y cuando el
amor de lo alto
Ha descendido
sobre él”
“En estos
versos – dijo el poeta – está la clave de la salvación de Fausto”
Comentarios
finales
“¡Y ahora
vienen y me preguntan – dice Goethe – qué idea he querido encarnar en mi
Fausto! ¡Cómo si yo lo supiese y pudiese, por lo tanto, anunciarlo! Del
cielo por el mundo hasta el infierno. Tal vez podría ser esta, a falta de
otra; pero no es ninguna idea, sino la marcha y el sentido de la acción” Este comentario del autor a una
pregunta de algunos estudiosos de su obra, habla muy explícitamente de la
complejidad de la misma.
Y por último,
la influencia del Fausto de Marlowe sobre Goethe:
Parece
que el Dr. Fausto efectivamente existió. Y también es indudable la influencia
del Fausto de Marlowe en el de Goethe, sin embargo hay diferencias notables: En
el primero no se menciona a Margarita o Gretchen, que Goethe toma como el
asunto central en la parte I; el aquelarre adónde se lleva Mefistófeles a
Fausto para distraerlo de la tragedia de Margarita, no lo menciona como tal
Marlowe, pues en éste el afán principal de Fausto es el ansia de saber y de
poder. Una de las diferencias principales, a mi modo de entender, es la
personalidad de Mefistófeles, que es sumisa en Marlowe y contestataria en
Goethe. Es asimismo evidente en el Fausto de Goethe la inmensa variedad de
temas que aborda y que no se tocan en el de Marlowe y que se debe a la vastedad
de las inquietudes del primero que obedece, creo yo, a la diferencia de edades
de los autores: Marlowe escribió su tragedia a los veinticinco años y Goethe la
terminó a los ochenta, aunque según confiesa este último, la tenía en mente
desde por lo menos treinta años antes, (lo cual es muy probable, pues la
primera parte es marcadamente romántica y la segunda no; aunque ambas son muy
poéticas: Repárese si no, en el tercer acto de la segunda parte, que en forma
de tragedia griega le resultó a Goethe bellísima. Al respecto opinó el gran
Víctor Hugo lo siguiente: “Si el lector lee estos versos admirables –
lo que dice el Fausto de Marlowe refiriéndose a su encuentro con Helena – hallará
en ellos, en germen, la idea que Goethe ha desarrollado con tanta belleza en el
tercer acto de la segunda parte”)
Los
versos de Marlowe a que se refiere Víctor Hugo, son aquellos que empiezan:
”¡Dulce
Helena! Hazme inmortal con uno de tus besos ...”
Es
importante también la diferencia del final de Fausto: Marlowe lo condena a una
muerte horrorosa y al infierno, en cambio Goethe lo perdona. (El Fausto de
Marlowe fue escrito en 1592 y el de Goethe en 1831 y publicado póstumamente)
Y como
este ¿ensayo? ya se alargó muchísimo y me parece que nadie lo va a leer, hago
aquí lo que quería hacer Don Quijote: Darle F
I N AGR 2010